Una de las historias que llegue a escuchar de niña, fue la del Señor Francisco “Tío Ratón”.
Se cuenta que Tío Pancho vivía por la calle de Independencia antes de llegar a Solache. Su trabajo consistía en cuidar ganado; diariamente pasaba por las casas a recoger los animales y los llevaba a pastar a las faldas del cerro del Molcajete. Por la tarde, regresaba con ellos y los entregaba casa por casa.
En aquella época, San Luis contaba con pocas casas, rodeadas de milpas y espacios despoblados. Esto propició a que algunas personas vivieran experiencias extrañas, había cuidadores que iban a las milpas y regresaban trastornados, viendo visiones, mientras otras personas pasaban por lugares despoblados y cuando llegaban a casa presentaban los mismos síntomas: un estado mental confuso, alucinaciones y hablando incoherencias. La gente decía que se les había aparecido el Diablo o algo sobrenatural, o que les había tocado la mala hora, y por eso habían quedado trastornados.
Tío Ratón también era conocido por curar a las personas que tenían “aire” o habían tenido un encuentro con algo sobrenatural, por lo que las personas acudían con Tío Ratón para que los curará, se decía que, para poder curarlas Tío Ratón primero “retrataba” a la persona enferma mientras otros dicen que pintaba al Demonio. Luego, se dejaba el retrato junto con una ofrenda que incluía arroz, mole con guajolote, frijoles y alguna botella. El retrato y la ofrenda se depositaban en donde se les había aparecido el espanto o el Demonio, o donde les especificaba Tío Ratón. Este ritual se preparaba con la esperanza que la salud de la persona mejorará, y se contaba que, efectivamente, muchas personas se recuperaban tras realizarlo.
Por: Anahí Olivares Jiménez